Mother no hay más que una - Madeo (Joon-ho Bong, 2009)


Qué decir del realizador koreano Joon-ho Bong (The Host, Memories of murder): uno de los mejores en el panorama actual -ya no sólo en Korea- original, comprometido, tragicómico y un matrionetista de la mente humana. Como ya pasó con el resto de sus cintas, Mother vuelve a dar la nota. Un thriller comparable a la gradiosa Memories of Murder, con un argumento que en manos de cualquier otro estaría dirigido a buscar la lágrima fácil, pero que en sus manos hace que esas lágrimas estén apunto de asomarse, para después volver a su glándula y activar así esa parte analítica del cerebro que te hace recapitular y pensarte de nuevo 'eso de llorar'. Y es que, en esencia, el cine de Bong trata sobre el fuero interno de la gente, esas personas a las que las situaciones límite hacen de ellos lo que al final son. Personajes cambiantes, con una doble identidad que no saben que tienen hasta que acaba haciendo acto de presencia. Esto último se hace más que evidente en Mother, donde todos los personajes principales tienen esa ambigüedad moral que va dandose a conocer a medida que transcurre el film para que, en su maravilloso final, acabe... cortinilla de estrellas.
En un pueblo aburrido y gris, una adolescente es asesinada brutalmente. Por ello es detenido el hijo retrasado (Bin Won) de una vieja acupuntora (la magistral Kim Hye-ja) del lugar. Esta madre, poniendo la mano en el fuego por la inocencia de su hijo, hará todo lo posible para sacarlo de la carcel, incluso investigar por su cuenta y riesgo quién fue el auténtico asesino.
Una genial dirección con una fotogrfia preciosista para mostrar un pueblo lleno de gente pobre que se desvive por ver la recreación de un asesinato. La policía es vaga y cualquier cosa les vale para cerrar un caso. Los estudiantes son retorcidos y un poco degenerados. Incluso la amistad es algo que no se puede dar por sentado. No puedo dejar de ver ciertos paralelismos con Memories of murder, pero con un cambio de roles ya que en este caso, la policía casi no hace acto de presencia. Al suponerse el asesino desde el principio (como si de un episodio de Colombo se tratase), la duda está sembrada. En el transcurso de la historia, los giros argumentales consiguen hacerte cambiar el foco de tus acusaciones pero de una manera sutil y calculada. Incluso cuando ya sabes quién es el asesino, la película no pierde interés y es a partir de ese momento cuando el discurso moral se vuelve más profundo y desgarrador. La conclusión es muy clara, pero la manera de expresar el sentir de los protagonistas hacen de este peliculón lo que es, un retrato de la desesperación de una madre devota.


No hay desperdicios

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